No estamos solos en la ciudad.
La escasez de servicios, la carencia de fuentes de empleo y la
falta de posibilidades para un desarrollo laboral y personal son los causantes
principales del éxodo de la población rural hacia las grandes urbes. Nuestra
fauna no es ajena a este hecho y también ha percibido en las ciudades un
territorio lleno de oportunidades dentro de un mundo en el que los recursos y
el espacio son bienes escasos.
Santurtzi al amanecer
Uno de los grandes problemas para la fauna de nuestro planeta
es la fragmentación y pérdida de hábitat; los que han conseguido adaptarse a la
presencia del hombre han visto que su entorno asociado es un ecosistema que no
deja de crecer, aumentando exponencialmente sus opciones de supervivencia. De
este nutrido elenco de oportunistas, son muchas las especies que han sabido
sacar partido de nuestro estilo de vida. Sin lugar a dudas el primer puesto del
ranking lo ocupan unos animalitos que distan mucho de encabezar la lista de
favoritos: las cucarachas y las ratas, que curiosamente están ahí gracias a que
nuestros hábitos les proporcionan un elevado índice de bienestar. En el lado
opuesto se encuentra un grupo muy querido por todos nosotros, las mascotas.
La llegada de animales exóticos junto con la actitud reprochable
de liberarlos en nuestro entorno cuando no podemos mantenerlos o nos cansamos
de ellos, ha dado un toque extra de color a las ciudades. Cotorras argentinas,
ardillas grises, conejos, mapaches, tortugas de Florida, gatos, etc., animales
que iniciaron sus vidas alegrando nuestros hogares y que ahora están causando
graves problemas, poniendo en peligro el frágil equilibrio medioambiental.
Trachemis scripta elegans y T. s. troosti (las famosas
tortugas de Florida).
Dos de las subespecies más comunes que se venden en las
tiendas de mascotas en cualquier ciudad y que luego acaban en nuestros
humedales causando estragos en la fauna autóctona. (Foto: Aitziber Egaña)
EN COMPAÑÍA
Una marea humana rebosa actividad entre las calles de una
ciudad cualquiera. Todos con un rumbo determinado, enfrascados en nuestros
pensamientos y desempeñando los quehaceres cotidianos; el trabajo, la compra,
los estudios. Mientras tanto, desapercibidos ante nuestra presencia y ajenos a las
actividades que nos ocupan, multitud de ojos observan impasibles esa pequeña locura
que es la vida cotidiana afanándose en sobrevivir en un mundo artificial de
asfalto y hormigón. Aquí, unos gorriones se esmeran en la construcción del nido
bajo el amparo de unos grandes focos de un polideportivo municipal. La elección
no ha sido casual ya que la altura y el calor que proporcionan, son suficientes
para sacar adelante a su prole. En otro lugar un halcón vuela a gran velocidad,
zigzaguea entre calles persiguiendo a una paloma que más tarde servirá de
sustento a su descendencia, agazapada en un edificio cercano.
Mosquitero común (Phylloscopus collibita)
Sale el sol y una lagartija calienta su cuerpo aprovechando
la superficie que le ofrece un hermoso tronco en un parque de Santurtzi. Esto
es tan solo una pequeña muestra de lo que sucede a diario entre nosotros, y que
pasa absolutamente inadvertido ante los ojos de una ciudadanía insensible a las
señales de nuestra vecina fauna no humana, y que deja entrever ya alguno de los
motivos que incitan a un no desdeñable número de animales a acomodarse en
nuestras urbes.
Lagartija roquera (Podarcis muralis)
LA ISLA DE
CALOR
La ciudad es un ente vivo en plena expansión y como tal
necesita de alimento. Para ello se ha valido de una sutil estrategia: la diversidad
de oportunidades, empleo, y servicios.
Básicamente han sido estos elementos los que han propiciado el paulatino crecimiento
de la población activa en las ciudades y, con ello, el desmesurado aumento de
materiales para la construcción como el hormigón y otros elementos absorbentes
de calor. Durante el día este calor es retenido en las zonas edificadas ya que
ofrecen una gran superficie para su captación. Sin embargo, durante la noche es
disipado muy lentamente. Si al hormigón de nuestras ciudades añadimos
calefacciones, luces, concentraciones de automóviles, contaminación etc., da
como resultado un aumento medio de la temperatura de entre 1,5 y 5º C en las urbes
más grandes respecto a las zonas rurales, donde el calor se disipa con
facilidad ya que durante el día no es retenido.
Mirlo común (Turdus merula)
Estas ya de por si son unas razones de peso para que la
fauna vea en los medios urbanos un hábitat atractivo, nuevo, cohesionado y en
expansión, al contrario de los ambientes naturales cada vez más fragmentados y
aislados. Si a esto le añadimos abundancia de alimento y la escasa presencia de
depredadores, podría parecer un ecosistema lleno de oportunidades. Pero no
todos tienen la posibilidad de explotarlo, ya que requiere una cierta
predisposición tanto del ser humano como de los propios animales para compartir
un mismo nicho.
UN PEQUEÑO MUNDO DENTRO DE UN MUNDO
Un caso curioso de esta reciproca tolerancia es la de un
gorrión, una de las aves más características del medio urbano, que aprendió a driblar
las puertas del famoso Café de Oriente de Madrid, donde una vez dentro, al
abrigo de las inclemencias del tiempo, se entregaba plenamente a disfrutar de
los exquisitos restos de los manjares que el ser humano degustaba con placer. Los
gorriones, fieles seguidores desde que el hombre es hombre, se han adaptado de
tal manera a nuestra presencia que no tardan en desaparecer de los pueblos que
son abandonados.
Gorrión común hembra (Passer domesticus)
Otros de los animales que paulatinamente abandonaron su
presencia en el campo adaptándose a las bonanzas de las urbes, han sido las
ratas y los ratones. Originarios de Asia, estos roedores aprovecharon la
proximidad del hombre para expandirse por la casi totalidad del planeta y que,
aunque a muchos repugne, cumplen una importante función de limpieza en las
redes de alcantarillado.
Algunas gaviotas han descubierto las ventajas de modificar
su dieta y utilizar los tejados de las viviendas como zonas de cría. El cambio
sustancial de sus hábitos se atribuye a la acción humana en áreas del litoral
donde habitualmente anidan, lo que las ha empujado a establecerse en zonas más
urbanas. Esto se ha traducido, dentro de la época de reproducción, en algunas
molestias a sus vecinos humanos ya que en este periodo es un ave de marcado
carácter territorial.
La gaviota patiamarilla (Larus michaellis) es una gaviota
habitual en las ciudades costeras, incluso se reproduce habitualmente en muchos
de nuestros tejados.
Gaviota reidora (Larus ridibundus)
Uno de los ejemplos más llamativos de la expansión de un
animal que ha sabido beneficiarse de las bondades que le ofrecen las ciudades,
es la tórtola turca. A mediados del siglo XX comenzó su fulgurante expansión
desde su región de origen, Asia Menor. Ésta ha sido tal que la ha llevado a
colonizar lugares como Japón, el Caribe o el Círculo Polar Ártico.
Tórtola turca (Streptopelia decaocto)
Tórtola turca (Streptopelia decaocto) fotografiada en alta
mar, en el transcurso de una salida para ver cetáceos. (www.verballenas.com)
NUESTROS PARQUES
Dentro de esas manchas verdes que son los parques, si
tenemos ciertas dotes de observación, podremos contemplar con facilidad aves
como petirrojos, carboneros, herrerillos, colirrojos, verderones, verdecillos,
zorzales, mirlos, etc. Algunas han
desarrollado tal tolerancia al hombre que se les puede observar a escasos
metros o incluso pueden aceptar comida de nuestras manos, comportamiento difícil de encontrar en sus
congéneres campestres.
Colirrojo tizón (Phoenicurus ochruros)
Aunque el de las aves es quizá el grupo faunístico más fácil
de detectar, también entre nosotros se han asentado inquilinos de diversa
índole como lagartijas, salamanquesas, sapos, salamandras, pequeños mamíferos como
murciélagos, erizos y musarañas o mariposas como la recién llegada mariposa de
los geranios, originaria de Sudáfrica. Vino cómodamente instalada en los
cargamentos de geranios ornamentales a mediados de 1990, pudiéndola observar
hoy en día con relativa facilidad en nuestros balcones y zonas verdes adornados
con esta planta.
Mariposa de los geranios (Cacireus marshalli)
Lagartija ibérica (Podarcis hispanicus)
Erizo europeo (Erinaceus europaeus)
Sapo partero común (Alytes obstetricans)
Esta es una pequeña muestra que intenta reflejar que no nos
encontramos solos en nuestras ciudades, por el contrario, estamos acompañados
por un nutrido elenco de seres muchas veces difíciles de ver, cosmopolitas,
oportunistas, dotados de una gran capacidad de adaptación, generalmente gregarios,
algunos prolíficos, muchos de ellos omnívoros debido a la escasez de insectos
en los medios urbanos. Unos solo pasan entre nosotros el invierno, o utilizan
la ciudad para pernoctar. Otros, como vencejos, golondrinas, aviones, etc., se
valen de la seguridad de nuestras construcciones para criar, alimentándose
luego en el campo. De una manera u otra, han sabido aprovechar con éxito las
condiciones de vida de nuestra cultura del asfalto, adaptándose desde su medio
natural originario a otro totalmente diferente, hasta tal punto que algunas
especies ya no son capaces de vivir sin la presencia del hombre.
Petirrojo (Erithacus rubecula)
Texto y fotos: Manu Océn
SERANTES NATURA
Publicado en BIZKAIA MAITEA- Verano 2011
Revista para la educación en la sostenibilidad del
Departamento de Medio Ambiente de DFB/BFA (www.bizkaia21.net)
2 comentarios:
Qué entrada más bonita... mostrando lo que a mucha gente le pasa desapercibido. Un lujo de blog.
Que entrada más bonita e interesante. Fauna urbana que a muchos le pasa inadvertida. Un blog muy interesante, sí señor.
Un saludete
Gorka
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