martes, 22 de mayo de 2012

FAUNA URBANA

No estamos solos en la ciudad.

La escasez de servicios, la carencia de fuentes de empleo y la falta de posibilidades para un desarrollo laboral y personal son los causantes principales del éxodo de la población rural hacia las grandes urbes. Nuestra fauna no es ajena a este hecho y también ha percibido en las ciudades un territorio lleno de oportunidades dentro de un mundo en el que los recursos y el espacio son bienes escasos.


 Santurtzi al amanecer


Uno de los grandes problemas para la fauna de nuestro planeta es la fragmentación y pérdida de hábitat; los que han conseguido adaptarse a la presencia del hombre han visto que su entorno asociado es un ecosistema que no deja de crecer, aumentando exponencialmente sus opciones de supervivencia. De este nutrido elenco de oportunistas, son muchas las especies que han sabido sacar partido de nuestro estilo de vida. Sin lugar a dudas el primer puesto del ranking lo ocupan unos animalitos que distan mucho de encabezar la lista de favoritos: las cucarachas y las ratas, que curiosamente están ahí gracias a que nuestros hábitos les proporcionan un elevado índice de bienestar. En el lado opuesto se encuentra un grupo muy querido por todos nosotros, las mascotas.

La llegada de animales exóticos junto con la actitud reprochable de liberarlos en nuestro entorno cuando no podemos mantenerlos o nos cansamos de ellos, ha dado un toque extra de color a las ciudades. Cotorras argentinas, ardillas grises, conejos, mapaches, tortugas de Florida, gatos, etc., animales que iniciaron sus vidas alegrando nuestros hogares y que ahora están causando graves problemas, poniendo en peligro el frágil equilibrio medioambiental.


 Trachemis scripta elegans y T. s. troosti (las famosas tortugas de Florida).
Dos de las subespecies más comunes que se venden en las tiendas de mascotas en cualquier ciudad y que luego acaban en nuestros humedales causando estragos en la fauna autóctona. (Foto: Aitziber Egaña)



EN COMPAÑÍA

Una marea humana rebosa actividad entre las calles de una ciudad cualquiera. Todos con un rumbo determinado, enfrascados en nuestros pensamientos y desempeñando los quehaceres cotidianos; el trabajo, la compra, los estudios. Mientras tanto, desapercibidos ante nuestra presencia y ajenos a las actividades que nos ocupan, multitud de ojos observan impasibles esa pequeña locura que es la vida cotidiana afanándose en sobrevivir en un mundo artificial de asfalto y hormigón. Aquí, unos gorriones se esmeran en la construcción del nido bajo el amparo de unos grandes focos de un polideportivo municipal. La elección no ha sido casual ya que la altura y el calor que proporcionan, son suficientes para sacar adelante a su prole. En otro lugar un halcón vuela a gran velocidad, zigzaguea entre calles persiguiendo a una paloma que más tarde servirá de sustento a su descendencia, agazapada en un edificio cercano.


 Mosquitero común (Phylloscopus collibita)


Sale el sol y una lagartija calienta su cuerpo aprovechando la superficie que le ofrece un hermoso tronco en un parque de Santurtzi. Esto es tan solo una pequeña muestra de lo que sucede a diario entre nosotros, y que pasa absolutamente inadvertido ante los ojos de una ciudadanía insensible a las señales de nuestra vecina fauna no humana, y que deja entrever ya alguno de los motivos que incitan a un no desdeñable número de animales a acomodarse en nuestras urbes.


 Lagartija roquera (Podarcis muralis)


LA ISLA DE CALOR

La ciudad es un ente vivo en plena expansión y como tal necesita de alimento. Para ello se ha valido de una sutil estrategia: la diversidad de oportunidades,  empleo, y servicios. Básicamente han sido estos elementos los que han propiciado el paulatino crecimiento de la población activa en las ciudades y, con ello, el desmesurado aumento de materiales para la construcción como el hormigón y otros elementos absorbentes de calor. Durante el día este calor es retenido en las zonas edificadas ya que ofrecen una gran superficie para su captación. Sin embargo, durante la noche es disipado muy lentamente. Si al hormigón de nuestras ciudades añadimos calefacciones, luces, concentraciones de automóviles, contaminación etc., da como resultado un aumento medio de la temperatura de entre 1,5 y 5º C en las urbes más grandes respecto a las zonas rurales, donde el calor se disipa con facilidad ya que durante el día no es retenido. 


 Mirlo común (Turdus merula)


Estas ya de por si son unas razones de peso para que la fauna vea en los medios urbanos un hábitat atractivo, nuevo, cohesionado y en expansión, al contrario de los ambientes naturales cada vez más fragmentados y aislados. Si a esto le añadimos abundancia de alimento y la escasa presencia de depredadores, podría parecer un ecosistema lleno de oportunidades. Pero no todos tienen la posibilidad de explotarlo, ya que requiere una cierta predisposición tanto del ser humano como de los propios animales para compartir un mismo nicho.


UN PEQUEÑO MUNDO DENTRO DE UN MUNDO

Un caso curioso de esta reciproca tolerancia es la de un gorrión, una de las aves más características del medio urbano, que aprendió a driblar las puertas del famoso Café de Oriente de Madrid, donde una vez dentro, al abrigo de las inclemencias del tiempo, se entregaba plenamente a disfrutar de los exquisitos restos de los manjares que el ser humano degustaba con placer. Los gorriones, fieles seguidores desde que el hombre es hombre, se han adaptado de tal manera a nuestra presencia que no tardan en desaparecer de los pueblos que son abandonados.


 Gorrión común hembra (Passer domesticus)


Otros de los animales que paulatinamente abandonaron su presencia en el campo adaptándose a las bonanzas de las urbes, han sido las ratas y los ratones. Originarios de Asia, estos roedores aprovecharon la proximidad del hombre para expandirse por la casi totalidad del planeta y que, aunque a muchos repugne, cumplen una importante función de limpieza en las redes de alcantarillado.

Algunas gaviotas han descubierto las ventajas de modificar su dieta y utilizar los tejados de las viviendas como zonas de cría. El cambio sustancial de sus hábitos se atribuye a la acción humana en áreas del litoral donde habitualmente anidan, lo que las ha empujado a establecerse en zonas más urbanas. Esto se ha traducido, dentro de la época de reproducción, en algunas molestias a sus vecinos humanos ya que en este periodo es un ave de marcado carácter territorial.


La gaviota patiamarilla (Larus michaellis) es una gaviota habitual en las ciudades costeras, incluso se reproduce habitualmente en muchos de nuestros tejados.


Gaviota reidora (Larus ridibundus)


Uno de los ejemplos más llamativos de la expansión de un animal que ha sabido beneficiarse de las bondades que le ofrecen las ciudades, es la tórtola turca. A mediados del siglo XX comenzó su fulgurante expansión desde su región de origen, Asia Menor. Ésta ha sido tal que la ha llevado a colonizar lugares como Japón, el Caribe o el Círculo Polar Ártico.


 Tórtola turca (Streptopelia decaocto)


 Tórtola turca (Streptopelia decaocto) fotografiada en alta mar, en el transcurso de una salida para ver cetáceos. (www.verballenas.com)



NUESTROS PARQUES

Dentro de esas manchas verdes que son los parques, si tenemos ciertas dotes de observación, podremos contemplar con facilidad aves como petirrojos, carboneros, herrerillos, colirrojos, verderones, verdecillos, zorzales, mirlos,  etc. Algunas han desarrollado tal tolerancia al hombre que se les puede observar a escasos metros o incluso pueden aceptar comida de nuestras manos,  comportamiento difícil de encontrar en sus congéneres campestres.


Colirrojo tizón (Phoenicurus ochruros)


Aunque el de las aves es quizá el grupo faunístico más fácil de detectar, también entre nosotros se han asentado inquilinos de diversa índole como lagartijas, salamanquesas, sapos, salamandras, pequeños mamíferos como murciélagos, erizos y musarañas o mariposas como la recién llegada mariposa de los geranios, originaria de Sudáfrica. Vino cómodamente instalada en los cargamentos de geranios ornamentales a mediados de 1990, pudiéndola observar hoy en día con relativa facilidad en nuestros balcones y zonas verdes adornados con esta planta.


Mariposa de los geranios (Cacireus marshalli)


 Lagartija ibérica (Podarcis hispanicus)


 Erizo europeo (Erinaceus europaeus)


 Sapo partero común (Alytes obstetricans)


Esta es una pequeña muestra que intenta reflejar que no nos encontramos solos en nuestras ciudades, por el contrario, estamos acompañados por un nutrido elenco de seres muchas veces difíciles de ver, cosmopolitas, oportunistas, dotados de una gran capacidad de adaptación, generalmente gregarios, algunos prolíficos, muchos de ellos omnívoros debido a la escasez de insectos en los medios urbanos. Unos solo pasan entre nosotros el invierno, o utilizan la ciudad para pernoctar. Otros, como vencejos, golondrinas, aviones, etc., se valen de la seguridad de nuestras construcciones para criar, alimentándose luego en el campo. De una manera u otra, han sabido aprovechar con éxito las condiciones de vida de nuestra cultura del asfalto, adaptándose desde su medio natural originario a otro totalmente diferente, hasta tal punto que algunas especies ya no son capaces de vivir sin la presencia del hombre.


 Petirrojo (Erithacus rubecula)




Texto y fotos: Manu Océn
SERANTES NATURA



Publicado en BIZKAIA MAITEA- Verano 2011
Revista para la educación en la sostenibilidad del Departamento de Medio Ambiente de DFB/BFA (www.bizkaia21.net)




2 comentarios:

Gorka Ocio dijo...

Qué entrada más bonita... mostrando lo que a mucha gente le pasa desapercibido. Un lujo de blog.

Gorka Ocio dijo...

Que entrada más bonita e interesante. Fauna urbana que a muchos le pasa inadvertida. Un blog muy interesante, sí señor.

Un saludete

Gorka